viernes, 15 de febrero de 2008

Valle de Canillo

Me dejo al ensueño, sintiendo
el arroyo, al pie de un puentecito
llegué hasta aquí por un camino
que serpentea su pendiente
hasta la cima de la montaña.

Caminé junto a una iglesia,
las piedras antiguas musitan algo,
ahora escucho sus campanas,
bajo el sol tibio que refleja
la nieve y su pálida tristeza.

El murmullo del agua
que transita entre rocas heladas,
gotas finas salpican mi rostro
mis cabellos, mis manos.

Salpican de renovación, de soledad,
de Dios, las gotas jóvenes de la lluvia,
el silencio, el murmullo del agua.

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