Compré un vino con la triste esperanza
que alguien más entristezca esta mesa,
le ofrecí mi confianza a cada mujer, en
cada bar, cada centímetro de mi alma…
Desnudo a cada momento mi interior,
y la gente se ha acostumbrado a ignorarlo,
que vengo partido en demasiados pedazos
que yo soy la violencia emocional.
Mendigué un corazón de donde beber,
dormí engendrando la providencia.
Un último y eterno gesto de piedad,
luz aún tenue de mis esperanzas.
viernes, 15 de febrero de 2008
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