Este viento enardecido
parece haber venido
a barrer con la congoja
que apresaba mi alma.
Las hojas, cansadas
de las plantas del patio
se aventuran kamikazes
a un último vuelo.
Escucho llorar y rugir
el soplo altanero que
pelea solo afuera.
Ahora los torbellinos
no son solo espirituales.
Y encuentro quietud,
a pesar de las ráfagas;
mi poesía triste escapa
sangrando por la ventana.
viernes, 15 de febrero de 2008
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