viernes, 15 de febrero de 2008

Regresar de una pequeña muerte

Si la luz no quiere entrar
que no entre...
No necesito un café
ni un cigarrillo ni nada.

Solo ese rumor que se siente
cuando uno despierta
porqué ya durmió demasiado;
ese que es como una música
que se hace y deshace con el viento,
de contagiosa electricidad en el aire.

Es regresar entero
de una pequeña muerte,
es la lágrima
que evidencia humanidad.

Espíritus al viento

Almas que escapan a la conciencia,
aves rodeando la tormenta.

Fantasmas ancestrales del viento,
las desgarradoras voces del más allá.

Espíritus sin amor, confundidos
en silenciosa procesión.

Confundidos de cruzar miradas
que no comprenden la carencia

y palabras, que nunca,
en realidad dicen nada.

Los puñales del dolor

Algo le pasa a mis manos,
que no las siento como antes,
va a ser un invierno muy frío el que viene,
solo me protege el amor maternal.

Cuando al ver la libertad veo
la libertad, voy buscando el cielo
cuando todo alrededor solo pasa
la depresión, sus puñales, el dolor.

Valle de Canillo

Me dejo al ensueño, sintiendo
el arroyo, al pie de un puentecito
llegué hasta aquí por un camino
que serpentea su pendiente
hasta la cima de la montaña.

Caminé junto a una iglesia,
las piedras antiguas musitan algo,
ahora escucho sus campanas,
bajo el sol tibio que refleja
la nieve y su pálida tristeza.

El murmullo del agua
que transita entre rocas heladas,
gotas finas salpican mi rostro
mis cabellos, mis manos.

Salpican de renovación, de soledad,
de Dios, las gotas jóvenes de la lluvia,
el silencio, el murmullo del agua.

Poesía ensangrentada

Aquí te dejo la poesía triste,
en la noche mojada de mi alma
cuando no hay quién buscar, sentir
el giro melancólico del silencio.

A la hora que las plegarias
abren sus alas buscando el cielo,
luego caen en picada, con la pena
que caen los sueños rotos.

Te dejo mi alma gastada en esencia,
te dejo las alegrías que no vinieron;
la ansiedad que se me sale del cuerpo;
la piedra con que siempre tropiezo.

A la hora del foco solitario que
alumbra casi sin ganas desde el techo,
cuando azotan los delirios
y la imaginación se hace carnal.

Aquí te dejo, la poesía ensangrentada
que busca a tientas en el alma
algo que se ha volado para siempre.

En el tumulto de voces

Compré un vino con la triste esperanza
que alguien más entristezca esta mesa,
le ofrecí mi confianza a cada mujer, en
cada bar, cada centímetro de mi alma…

Desnudo a cada momento mi interior,
y la gente se ha acostumbrado a ignorarlo,
que vengo partido en demasiados pedazos
que yo soy la violencia emocional.

Mendigué un corazón de donde beber,
dormí engendrando la providencia.

Un último y eterno gesto de piedad,
luz aún tenue de mis esperanzas.

Silenciosa oscuridad

Cuando el mundo me mareaba,
y yo me sentí demasiado pequeño
para poder hacer nada, fui un
buscador sedentario, esperaba…

Cuando el cielo solo era nubes,
caían en picada ilusiones muertas
el sueño de amar y otros fantasmas;
el dolor me enloqueció dulcemente.

Recorrí como un payaso ensangrentado
callejones que nada querían saber de mí
tiempos caóticos y solitarios, una mujer
sus besos me convertirían en humano.